jueves, 23 de agosto de 2007

Despertar

Margarita O. abrió los ojos y la luz la encandiló. Todo seguía siendo gris, pero algo había cambiado.

Era como si mil manos estuvieran acariciándola, como si cientos de labios la besaran. Margarita O. sentía el cuerpo tan ligero, flotando en lo sublime. No pensaba, no soñaba. El éxtasis había llegado.

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